martes, 15 de octubre de 2013

HISTORIAS REGALADAS


Hace tiempo, cuando decidí dejar mi vida con los míos para empezar una aventura en otro lugar, no sabía que el destino me tendría preparado un regalo. En aquel momento quizá no lo habría entendido, ni siquiera me habría dado cuenta. Dejaba la comodidad de una oficina por la incertidumbre de un mostrador. Horarios malos, o peores, según el día. Clientes difíciles o desconsiderados.
 Mi vida personal creció y encontró la estabilidad junto a mi otra mitad, pero la profesional cambió, pensaba por entonces, a peor... Muchas veces dije que me había equivocado por no seguir buscando otra posibilidad, pero en días como hoy, cuando caigo en ese regalo que os digo creo que hice y hago lo correcto. 

El regalo no es más que todas esas historias que te regala la gente, gente anónima con ganas de contar y con necesidad de ser escuchados...  La posibilidad de oír, cuando el trabajo lo permite, las historias de esas personas que sin ningún tipo de interés, te explican, te cuentan, ríen y lloran con una desconocida que intenta ponerse en su piel.

Hoy mismo, después de que mi compañera se marchara, he conocido a Carmen, una señora que tras perder a su marido, hace nueves meses, por una larga enfermedad, me ha regalado una de las frases más bonitas que he oído hace tiempo y que implica mucho más de lo que se sobrentiende. Me explicaba que, como ella seguía trabajando, tras la jornada volvía a casa y se repetía la misma conversación con su marido:

-Carmen, ¿tenemos que hacer algo hoy?
-Pues sí, hoy tenemos que comprar, (por ejemplo)
Al día siguiente el marido volvía a preguntarle al llegar a casa.
-Carmen, ¿tenemos que hacer algo hoy?
-Pues sí, hoy tenemos que cocinar que vienen los niños a cenar.
Un día llegó a casa y vio al marido más triste de lo normal
-Carmen, ¿tenemos que hacer algo hoy?
-Pues no, hoy no tenemos nada que hacer. ¿Qué quieres que hagamos?
-Pues ven, hoy nos toca llorar...

Me he emocionado tanto al contarme esto que se me han saltado las lágrimas. Bueno, a mi y a ella. Menos mal que todo pasa porque tiene que pasar y la vida nos ha dado un ratito para nosotras y en ese momento no ha entrado nadie. Ahora - me decía - la que llora soy yo.

La verdad es que me he visto incapaz de consolarla, de hecho, hace varias horas de esto y sigo sin saber que decirle. Ella misma es la que ha salido de ese momento, cambiando de historia hasta que se ha marchado prometiéndome que volvería a contarme como le van las cosas. Y yo me he quedado en la tienda con cara de nada, viendo como se marchaba con sus pendientes de 9 € la mar de contenta por su compra.

Y es así como me he dado cuenta de ese regalo que os empezado a contar. Alguien extraño viene y te regala una perla, para que hagas con ella lo que quieras, y yo he decidido contarla en mi mundo porque... ¿No es acaso este mundo un lugar donde contar historias?